El tiempo lento en un mundo r?pido

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Publicado por JGFT - 2025-08-27

Vivimos con prisa. El reloj siempre corriendo, los mensajes que exigen respuesta inmediata, las entregas para “ayer”. Todo parece tener un límite de tiempo, y si no nos ajustamos, sentimos que nos estamos quedando atrás. El problema es que ese ritmo nunca se detiene: cuanto más rápido corres, más rápido te exigen.

 

Claro, uno aguanta un rato. Te adaptas, te organizas, incluso presumes que “no paras nunca”. Pero tarde o temprano el cuerpo y la cabeza pasan la factura. No estamos diseñados para ir siempre a la velocidad que nos impone el mundo

Lo que se pierde en la prisa

La velocidad tiene un costo. Cuando todo lo hacemos corriendo, dejamos de mirar alrededor. Desayunamos sin saborear, trabajamos sin disfrutar, convivimos sin escuchar de verdad. Los días pasan tan rápido que, cuando por fin te detienes, no sabes ni qué hiciste. Todo se siente borroso, como si hubieras estado en piloto automático.

 

Lo irónico es que, aunque vayamos deprisa, no siempre avanzamos. Hay quienes viven ocupados todo el tiempo, pero vacíos por dentro. Porque una cosa es moverse y otra muy distinta es tener dirección.

 

Aprender a ir despacio

Ir despacio no significa rendirse ni perder oportunidades. Significa recuperar control. Significa elegir qué cosas merecen tu energía y cuáles no.

 

Tomarte el café sin prisa, caminar sin estar pegado al celular, escuchar de verdad a alguien sin mirar el reloj… esas cosas que parecen “banales” son las que le devuelven sentido a la vida diaria. Lo demás, lo urgente y lo ruidoso, nunca se va a acabar. Siempre habrá algo que hacer. Lo que no siempre habrá es tiempo para estar presente en lo que importa.

La paciencia como resistencia

En un mundo que premia la inmediatez, tener paciencia se volvió casi un acto de rebeldía. Aprender a esperar, a dejar que las cosas maduren, a confiar en que lo bueno toma tiempo, es ir contra la corriente. Pero también es la única manera de construir algo real.

 

Las relaciones, los proyectos, incluso la paz interior… nada de eso llega corriendo. Requiere tiempo lento, pasos firmes y constancia. Y aunque no dé likes ni reconocimiento inmediato, es lo que realmente vale.

 

No todo tiene que ser rápido

El mundo seguirá presionando para que vayamos deprisa. Siempre habrá alguien esperando que contestes al instante, que entregues antes, que te muevas más rápido. Pero al final, la vida es tuya. Y si no eliges en qué momentos ir despacio, alguien más va a decidir tu ritmo por ti.

Quizás el verdadero lujo hoy no sea tener más cosas, sino tener más tiempo. Tiempo para ti, para los tuyos, para respirar sin correr.

 

Porque cuando el mundo va a mil por hora, detenerte un poco no es atraso. Es cuidado. Es resistencia. Y, sobre todo, es recuperar la vida que se pierde cuando todo pasa demasiado rápido.

 

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