Hacerse cargo, incluso cuando nadie te aplaude

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Publicado por JGFT - 2025-07-29

Hay días en los que lo fácil sería soltar todo. Hacerte el desentendido. Echarle la culpa al contexto, al estrés, a los demás. Y sí, a veces todo eso pesa. Pero hay algo que sigue siendo real, aunque no esté de moda decirlo: las decisiones tienen consecuencias. Y, aunque suene frío, nadie más va a cargar con lo que tú evades.

Ser constante, ser disciplinado, tener palabra... no son virtudes antiguas ni frases de agenda de superación personal. Son formas reales de sostener tu vida cuando lo demás falla. Porque sí, hay talento. Sí, hay suerte. Pero cuando no hay nada de eso, lo que queda es lo que haces todos los días, aunque no tengas ganas.

Disciplina no es rigidez. Es respeto por ti mismo

La adversidad no avisa

No vas a recibir una alerta cuando todo se complique. El bajón llega cuando estás cansado, cuando no dormiste bien, cuando no tienes ganas de levantarte. Y es ahí, justo ahí, donde se nota si tienes una base o no.

No se trata de ser una máquina. Se trata de no soltar tu dirección cada vez que el clima cambia. Porque si solo haces las cosas cuando todo está bien, no estás comprometido: estás cómodo.

Disciplina no es rigidez. Es respeto por ti mismo

No es obsesionarte con ser perfecto. Es cumplirte. Aunque nadie te esté viendo. Aunque nadie te lo reconozca. Aunque no lo compartas en redes. Porque al final, la diferencia entre quien avanza y quien no, no siempre es talento: es quién se quedó trabajando cuando nadie aplaudía.

Y no, no siempre da resultados inmediatos. A veces haces todo bien y aun así sale mal. Pero incluso entonces, tener constancia te da algo que no se puede comprar: claridad. Sabes que diste lo que podías. Que no te fallaste. Que no fue por falta de entrega.

Hacerse cargo también cansa. Pero no hacerlo, desgasta más

Claro que cuesta levantarse temprano. Claro que cuesta estudiar sin distracciones. Claro que cuesta no rendirse cuando todo se pone cuesta arriba. Pero también cansa vivir con pendientes que sabes que son tuyos y no los enfrentas.

Tarde o temprano, lo que pospones se cobra. Y si no es afuera, es adentro. En la culpa. En la ansiedad. En la incomodidad de saber que estás dejando que tu vida la pilotee la inercia.

No es glamour. Es carácter

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